Las Piedras
Laida Azkona Goñi andTxalo Toloza-Fernández
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Los elementos arrastrados
por el río crean en su viaje herido
profundas llanuras fértiles.
Daniela Catrileo, Río herido, 2016.
En marzo de 2018, al final del verano, Leo Gamboa, Laida Azkona y Txalo Toloza-Fernández viajamos hasta el sur de Latinoamérica, hasta Argentina, para comenzar una travesía de norte a sur, a través del territorio patagónico. Cerrábamos así la investigación documental que serviría de base para Tierras del Sud, la segunda parte de la Trilogía Pacífico. Una trilogía de documentales escénicos que bucea, entre otras tantas cosas, en las tácticas coloniales que se han dado cita en Latinoamérica durante más de quinientos años. Tácticas que hicieron de la barbarie sobre el territorio y su gente una de las herramientas más eficaces para organizar lo que Europa llamó el Nuevo Mundo.
Esta vez, el foco de nuestra investigación era el pueblo mapuche. Un pueblo originario ubicado, desde hace miles de años, al sur del continente americano y, por ende, anterior a los Estados-Nación que forman a la actual Latinoamérica. Estados-Nación nacidos de las independencias coloniales de principios del siglo XIX que en la mayoría de casos, perpetuarían la barbarie sobre los pueblos originarios.
Específicamente, lo que nos llevaba hasta el territorio mapuche era poner voz, cuerpo y paisaje a la estrecha pero desconocida relación de dolor y sufrimiento que une a varias comunidades mapuche con la familia Benetton. La familia Benetton, la archiconocida familia de empresarios textiles italianos, que a través de Edizione Holding es dueña de más de un millón de hectáreas de territorio patagónico desde principios de los años 90. Territorio que dichas comunidades mapuche reclaman como ancestralmente suyo, y que les fue expoliado por el Ejército Argentino a través de la eufemísticamente denominada “Conquista del Desierto”. A través de un genocidio, aún hoy, pendiente de ser reconocido por el Estado Argentino.
Un suyo que, por cierto, está a años luz de la idea de propiedad privada promovida por el sistema capitalista y de paso, también, por gran parte de los movimientos de izquierda. Pero esto último es otra historia.
Pero la verdad es que, para comenzar este viaje, una de las primeras cosas que tuvimos que entender fue que no estábamos al sur de Latinoamérica recorriendo la Patagonia Argentina. Porque, básicamente, estos eran los nombres con que los imperios europeos bautizaron los territorios colonizados, ocultando sus nombres originarios, invisibilizándolos de facto y borrándolos definitivamente de la historia. Transformando así, la batalla por el lenguaje, a base de sangre y fuego, en unas de las primeras y principales victorias para los colonizadores.
Y así, aprendimos que realmente estábamos al sur de Abya Yala1 en Puelmapu. En la parte este del territorio mapuche2 , comenzando un largo viaje entre ríos, desde el Negro hasta el Carrenleufú. Un río que corre desde el Océano Pacífico hasta el Atlántico, atravesando la Cordillera de los Andes al igual que ha hecho el pueblo mapuche durante miles de años. Durante muchos siglos más que cinco.
Y ahí, junto a la ribera del Carrenleufú, llegamos al Lof Pillan Mahuiza, al territorio de los Millán, un clan familiar mapuche que es memoria viva de la lucha por la recuperación de las tierras expoliadas en Puelmapu.
Traducido al español un Lof es una comunidad, una de las bases de la organización social del pueblo mapuche. Aunque, aquí, el concepto de comunidad difiere de raíz del que estamos habituados en Occidente. Y es curioso, a la vez que poético que fuese justo la idea de comunidad, una de las primeras que tuvimos que reaprender. Porque es en este concepto tan familiar e imprescindible en la contemporaneidad occidental, base de tantas reivindicaciones, luchas sociales y culturales nacidas al alero de las luchas contra el sistema capitalista, donde el pueblo mapuche reconoce una de las primeras grandes diferencias.
Y es que, contrario al concepto occidental que define una comunidad como un grupo de seres humanos que comparten ciertos elementos en común, como una ubicación geográfica, una lengua, unas costumbres y unos valores. Los mapuche reconocen como miembros del lof a todo lo seres que habitan el territorio. Incluso a aquellos que desde nuestra cosmovisión occidental catalogamos como inanimados, como carentes de vida. Desde los ríos a las cascadas, desde los bosques a las montañas, desde los animales a las piedras.
Anulando de esta forma la visión antropocéntrica que separa al ser humano, siempre superior y siempre perfecto, de los elementos que en Occidente nombramos naturaleza. Una serie de elementos, ajenos a nosotros, a los que no reconocemos el derecho a su propia existencia fuera de la mediación humana.
Y es que es precisamente esa idea del nosotros la que viene a transformar la cosmovisión mapuche, al reconocer a cada uno de uno de los miembros del lof, animados o inanimados, como sujetos de derecho. Miembros de nuestra comunidad por el hecho de existir, por el simple hecho de ser. Rechazando así la lógica de la mayoría de sistemas económicos que solo les otorga un valor como recursos, como mercancías.
Y es al escribir esto último, que nos es inevitable viajar de memoria hasta la ruka3 de la weychafe4 Moira Millán. Y una vez ahí, conseguimos ver, otra vez, las cristalinas aguas del Carrenleufú atravesar con fuerza la Pillan Mahuiza, mientras Moira, sentada frente a él, cierra los ojos y conversa con el espíritu protector del agua. Agradecida.
Y mientras lo hacemos, se nos vienen a la cabeza los grandes titulares de los periódicos económicos de hace un par de semanas, que anunciaban que el agua del Estado de California comenzaba a cotizar en el mercado de futuros de Wall Street. Penúltima gran jugada del capitalismo verde que defiende que solo con las herramientas del mercado se puede conseguir un uso más eficiente de los recursos naturales. Apostándolo todo a conseguir un desarrollo y un progreso más eficiente y sostenible. Obviando que el problema de fondo son las propias ideas de recurso, progreso y desarrollo 5. Un desarrollo de qué? un progreso hacia dónde? recursos naturales?
Porque, si como dice Marina Garcés, existir es depender y es en esa interdependencia forzosa donde nos jugamos nuestra libertad colectiva, quizás, el primer paso debiese ser ampliar la idea del nosotros hacia todo aquello con lo que nos relacionamos. A todo aquello a lo que, en definitiva, le debemos la vida.
Incluidas las piedras
diciembre 2020
Azkona/Toloza is formed by a pair of artists dedicated to the creation of live arts projects. Admirers of the endless potential of poetry and visual anthropology, of low-fi video creation, of dance and performance art, their recent creations revolve around rereading official historical accounts and the creation of documentaries for the stage.
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